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miércoles, 18 de julio de 2012

La Identidad

Lectura: Mateo 16:13-20

"Tú eres el Cristo el Hijo del Dios viviente..."

Una de las secuelas de los procesos emigratorios de los indocumentandos en este tiempo, es la ausencia de declaraciones de nacimiento de niños y niñas. Datar de un documento legal de identidad que certifique el nombre, fecha de nacimiento, es inalcanzable para quienes emigran detrás de un sueño que le reporta, según sus expectativas, una respuesta a sus necesidades socioeconómicas.

Crecer sin un nombre e identidad formales deja huellas emocionales, con la consiguiente indefinición de la existencia: "soy"y no "soy". La gente necesita saber de dónde viene, y contar con un nombre que le acredite su ser persona.

Jesús se interesó por conocer la opinión de los demás en cuanto a su propia identidad. A las personas les paso algo similar, cuando responden a su nombre se enteran que los demás conocen su identidad. Esta experiencia es placentera.

Para que esto ocurra el nombre se declara primero, se registra, y lueg se da a conocer. Cuando los padres asignan un nombre a su hijo o hija, está declarando algo trascendente: su identidad. Jesús fue declarado desde el principio como el Hijo de Dios. El relato bíblico nos presenta distintos momentos, en los cuales Dios mismo lo declaraba como Su Hijo amado.

Pedro acierta cuando dice: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Ésta confirmación, solo fue eso, una confirmación de la declaración de identidad previa realizada por Su padre. La seguridad de Jesús, nos estimula a reconocer que también hemos sido declarados como hijos de Dios. Consolidar esa identidad que nos liga a la fuete eterna de salvación es importante.


Bienvenida González Gómez

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