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viernes, 8 de julio de 2011

Individuos no multitudes

...para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Juan 3:16

Los seres humanos nos manejamos en función de parámetros e imágenes que han sido forjadas a través del tiempo. Estas imágenes y parámetros determinan los paradigmas de la humanidad, y aunque la sociedad actual sugiere la no existencia de “paradigmas” o bien no limitarse a ellos, nos seguimos manejando en función de ese marco conceptual que hemos aprendido y asumido en el tiempo.

En ese sentido, gracias a los Griegos y otras culturas y movimientos de influencia, como el Renacimiento, la Iglesia Católica, etc.,  hemos asumido conceptos relacionados a la forma en cómo percibimos a Dios. Por ejemplo, existen muchas similitudes en la forma en que concebimos a Dios como ente antropomórfico, es decir, cuando le damos forma humana a Dios para conceptualizarlo como un ente vivo y entenderlo de manera que no sea una figura etérea o algún tipo de gas que anda deambulando por ahí; con la forma en que se ve a Zeus. La imagen que pudiéramos generar para representar a Dios, además de la que nos da la Biblia, es de un ser sentado en un trono de forma imponente, y si buscamos una imagen de Zeus nos daremos cuenta que tienen cierto parecido.
Sobre esta premisa, una de las cosas que hemos asumido, a través del tiempo,  es la impersonalidad de Dios. Es decir, hemos creado un paradigma acerca de Dios relacionado al distanciamiento en el vínculo con Él. En otras palabras, hemos aprendido que Dios está en un lugar y nosotros en otro lugar, que Él está en una esfera y que “tenemos que accesar a ella” porque estamos distanciados de la misma, dado las impurezas que tenemos como humanidad y la santidad de Dios. De manera que esa desvinculación ha devenido en conceptualizar a Dios, como un ser que se relaciona más con multitudes y no con individuos, ya que “tenemos que accesar a Dios” y entrar a una dimensión en la cual Él está aparte.
Ahora, este paradigma que hemos asumido tiene en parte verdad, ya que definitivamente “tenemos que accesar a Él”, pero sobre la base de principios distintos. Ya que Dios debe ser buscado, pero, el primer paso no sale de nosotros sino de Él.
Al leer Su palabra, encontramos que Dios no es un Dios desvinculado y distante de Su creación, todo lo contrario, es un Dios de individuos, que se enfoca en la persona como ente único y diferenciado del resto de la humanidad. No es un Dios etéreo que deambula por el universo filosofando; no, Dios es alguien que se fija en aquel que decide acercarse a Él. De manera personal e individual. Cuando nos adentramos en Su palabra, vemos que está cargada de ésta verdad, y logré darme cuenta de ella a través de la práctica de los sacrificios.

Dios estableció distintos tipos de sacrificios. Tenemos sacrificios por la culpa, el holocausto, sacrificios de paz, las libaciones, la oblación, entre otros.

Sin embargo, quiero hacer resaltar el sacrificio por el pecado. Cada uno de estos sacrificios están descritos en el libro de Levíticos, que para ser honestos, es un poco tedioso de estudiar, porque llega el punto en que uno como que se pierde de tantos procesos, formas y directrices. Ahora, es un libro cargado de sentido respecto de nuestra relación con Dios, en donde podemos identificar cómo Dios quiere que se hagan las cosas y la mejor forma en que se pueden lograr. Y aunque no pretendo profundizar en cada detalle de este tipo de sacrificio, esencialmente estos implicaban, dependiendo del tipo de persona y su función un tipo de sacrificio específico. Por ejemplo si el sumo sacerdote pecaba entonces debía ofrecer “un becerro sin defecto”, como también el caso de la congregación, y así para cada caso en particular según Levíticos 4.

Ahora,  y es la parte en que me quiero enfocar,  si alguien común del pueblo pecaba entonces debía ofrecer un macho cabrío o una oveja; que resultaría en la absolución del pecado cometido. Sin embargo, ¿a razón de qué se presentaban este tipo de sacrificios? A razón de una separación entre Dios y nosotros.

El libro de Romanos 3:23 dice: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”, esta destitución representa una separación entre Dios y nosotros, de un lugar en donde estábamos instituidos, a otro en el cual estamos destituidos. Por lo tanto, existe un espacio entre Dios y nosotros a causa del pecado; esto hace que el “tener que acceder a Dios” tenga sentido y presenta el escenario de la desnivelación entre Dios y nosotros.

Ahora, ¿qué es el pecado? Las personas pudieran definirlo como cometer las acciones descritas en la ley de Dios. Sin embargo, pecado se define como: “la transgresión voluntaria de un precepto tenido por bueno” en este caso, transgredir contra Dios. En otras palabras desobedecer a Dios. Y la acción con que se hace notar esta desobediencia es con los actos pecaminosos que están descritos en la ley de Dios.

Todo esto trae consigo esa destitución que describe el libro de Romanos, esa separación que tenemos con Dios a razón del pecado.

Como mencioné anteriormente Dios lo que busca es estrechar esa brecha que existe a razón del pecado y por tanto ideó la forma de hacerlo a través de los sacrificios, cada uno de ellos con un significado y especificaciones distintas. Ahora, al profundizar en el hecho de los sacrificios por el pecado, vemos los siguientes elementos, el pecado, un pecador, un elemento expiatorio o que carga con el pecado del pecador, una declaración y la absolución de ese pecado.

¿Cómo pues podemos extraer el deseo de Dios de vincularse estrechamente con nosotros a través de estos sacrificios?

El primer lugar entendiendo que creó una alternativa para revincularse a la humanidad  a través de los sacrificios, no existe otra manera para revincularse con Él que no sea por un sacrificio, ya que esa esfera que nos separa de Dios no es nada más ni nada menos que el pecado.  Es por el pecado que estamos separados de Dios, y la manera que Él determinó para que se inserte la humanidad a Él es a través del sacrificio. Y en segundo lugar, con el sacrificio de Jesucristo.

Este sacrificio de Jesús tiene múltiples ramificaciones que, para ser honesto, no puedo abordar. La que me interesa afrontar es la representación de este sacrificio en la cruz del calvario.

Cristo se ofreció para dar su vida por cada uno de nosotros, pero principalmente para absolvernos de nuestros pecados. Isaías 53:5 dice: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” ¿Qué me está diciendo este verso? Que Jesús representa el sacrificio que nos revincula con Dios. En Cristo se consuma el concepto de “Sacrifico por el pecado” porque Él es el “cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1:29).

Ahora ¿Cómo llegamos a la conclusión del deseo de Dios de revincularse? En que los sacrificios de los corderos eran para las personas comunes y representaban la individualidad tanto del pecador como de la redención del mismo, cada individuo tenía acceso a la absolución de sus pecados por el sacrificio de un cordero, y qué mejor cordero que Jesús mismo.

En Su sacrificio Cristo envía el mensaje de que cada uno de nosotros es importante porque este sacrificio no representaba a la multitud sino al individuo. Los sacrificios de novillos eran los que representaban al pueblo completo, sin embargo, la referencia de Cristo en la Biblia no es de un novillo, sino de un cordero, y un cordero que llevó sobre Él la carga del pecado.

Es por esta razón que Cristo insiste día tras día en involucrarse con nosotros. A través de la historia vemos cómo Dios ha estado abierto a compenetrase con cada uno de nosotros, no de forma comunal, sino de forma individual y única.

Por lo tanto, sobre nosotros recae la responsabilidad de asumir esta realidad que nos presenta Dios. La realidad de que primero existe una separación, existe una desvinculación a causa del pecado. Es algo tangible y visible. Segundo, esta separación solamente puede ser eliminada a través de un sacrificio, y uno perfecto. Y tercero que ese sacrificio fue hecho por Jesucristo.

Él mismo decidió entregarse por cada uno de nosotros con el fin de individualizarnos en nuestra relación con Él. Separarnos del montón para estar en privado con cada uno de nosotros. Por lo que para estar vinculados con Él está en nosotros querer aceptar esta relación privada con Él.

La pregunta que puede surgir a raíz de esto es ¿Cómo puedo entonces entablar ese tipo de relación con Él? La respuesta es muy sencilla, dedicándole tiempo en intimidad. La única forma en que podemos conocer a alguien, y abrirnos a esa persona es cerrando las puertas a los demás y hablar de forma constante con esa persona. Tanto de cosas “triviales” como de profundidades.

Dios está en la mejor disposición de entablar esa relación que tanto anheló desde el principio con nosotros, no solo porque nos creó, sino porque nos dio la libertad de elegirle. Si el propósito de la creación solamente hubiese sido “tener compañía”  y crear un muñeco que hiciera cosas, Dios se hubiese quedado con los animales, pero no era así. El propósito de Dios era deleitarse en nosotros con todo lo que creo para nosotros, en otras palabras el deseo de Dios fue sostener una relación íntima con cada uno de nosotros.

Si nos vamos al la relación entre Dios y Abraham vemos que a la única persona que Dios llamó Su amigo fue a Abraham. Pero si avanzamos al éxodo vemos que Dios se revela a Moisés tal y como era Él, y si continuamos avanzado encontraremos que Dios de alguna manera u otra se presentaba como una Divinidad que quería vincularse con los seres humanos, al punto que decidió entregar a Jesús como sacrificio por nosotros.

No soy quien para determinar el nivel de vinculación que cada persona debe tener, ni tampoco tempo un “vinculatometro” para medir lo lejos o cerca que está tu relación individual con Dios. Pero si te puedo decir que Dios quiere estar cerca. Tan cerca que quiere hacerte dependiente de Él. Quiere demostrarte lo mucho que le importas y lo valiosos que eres para Él. Y solo atinó a demostrarlo con Su muerte en sacrificio por cada uno de nosotros.

¡Bendiciones de Dios para ti, hoy y siempre!

PAZ

viernes, 17 de junio de 2011

No dejes de creer

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen…
Génesis 1:26



Querida amiga de mí esposa…
La vida es uno de los regalos más hermosos que tenemos de parte de Dios. Puso de Él en nosotros, nos dio la oportunidad de experimentar, vivir, sentir; ser parte de la historia de un mundo que fue creado por el mayor y mejor arquitecto que haya existido.

Tomando en cuenta cada detalle y forma de vida que existe en el planeta. Científicos explican cómo existen diferentes sistemas, en diferentes galaxias, que tienen múltiples estrellas y planetas incontables, sin embargo, hasta donde se conoce, dentro de todo este universo, lleno de preguntas y espacios por descubrir, existe un lugar único que agrupa un conjunto de delimitaciones que llamamos países y dentro de ellos un grupo  de seres que llamamos humanos, de los cuales formamos parte
Aunque existen distintas teorías respecto del tiempo que tiene el universo, nadie sabe con exactitud el tiempo que tiene de creado, pero al parecer ya tiene bastante tiempo. Y lo interesante de todo este recorrido entre galaxias y tiempos, es que hubo un momento en que el Creador dice: Hagamos al hombre… Creemos vida humana…

Te has puesto a pensar en lo grande de este enunciado. Dios mismo, dentro de toda una gama de posibilidades, decidió decir “Hagamos…”. Algunos especialistas pudieran empezar a explicar lo que significa esta palabra en el original y detallar que es una superpalabra que significa algo increíble, dando a entender que ellos encontraron la fuente del conocimiento al determinar qué significa y bajo qué contexto se utiliza la misma.
Sin embargo, no me quiero enfocar en los significados o contextos en este momento, sino que quiero resaltar la decisión de Dios de Hacer algo, y ese algo fue un ser que marcaría a Dios desde ese momento a la eternidad.

Fue algo que se diferenciaba de cualquier otra cosa que Él haya creado y esta unicidad merecía que tuviera Su esencia, merecía que tuviera Su aliento.

Ahora, para qué todo esto, es para dejarte ver que si ese Dios de quien hablamos tuvo la valentía de permitirte estar en este mundo, dentro de toda la gama de posibilidades que tenía, dentro de todos los planetas que había creado, sistemas solares, galaxias, etc.; ese Dios creador, un día “x” del mes “x” del año “x” dijo tu nombre y hubo vida.
Una vida que trae consigo la esencia de Dios, lo que determina Su existencia, tienes en tu vida el aliento de Dios.

Por lo tanto, si tienes de Él en ti, entiendo que es por dos razones primarias, primero porque formas parte de su más grande proyecto conocido, la Creación, y segundo porque Él entendió que la tierra sin ti no estaría completa. Él se detuvo y miró a través del pasado, presente y futuro de la humanidad y entendió que para que todo tuviera sentido una persona como tú tenía que formar parte de este gran proyecto.
Dios entendió que tú hacías falta en la historia del mundo.

Es por esto que, si aún estas aquí es porque Él entiende que debes formar parte de este mundo, por lo tanto, formar parte de todo el engranaje que hace funcionar este universo, en otras palabras, sin tu presencia aquí, el mundo carecería de sentido. De manera que, aún te quedan cosas por hacer y desarrollar.

En ese sentido, no pierdas la esperanza, no pierdas la fe; que todavía Dios no ha terminado contigo. Él tiene un plan que sobrepasa nuestro entendimiento, y ha sido muy cuidadoso de no develarlo porque no lo entenderíamos y nos haría mucho daño. Es por esto, que solo nos muestra algunas cosas y de estas las que podemos manejar, las que podemos entender.
Por lo tanto, no dejes de creer porque hay algo en ti que le importa a Él. No dejes de creer porque la vida es un regalo de Dios para ti, completo, lleno de cosas; con momentos de alegría y momentos de tristeza. Cada uno de ellos con un propósito específico que nos acerca más a nuestro Creador.

No dejes de creer porque en Él está la respuesta. Y esta respuesta no neceseariamente es la que estamos esperando sino la que necesitamos y la que nos hará bien.

No dejes de creer… porque todavía Él cree en ti.

Atentamente,

El esposo de tu amiga