Lectura: Mateo 28
“Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo.”
La primera consecuencia de ser
seguidor de Cristo es que nos hace ser herederos. Una herencia que bifurca dos
elementos: Derecho y responsabilidad. Pasamos a formar parte de la familia
Divina.
La segunda consecuencia se
engloba en seguir las directrices establecidas por Cristo. Siendo la principal,
la de ser multiplicador. Fuimos llamados a replicar esto que hemos recibido.
Se nos ha dado el regalo más
preciado en todo el universo. Al aceptar a Cristo, como nuestro Señor y
Salvador, hemos sido privilegiados con el don de la salvación. Dándonos la esperanza
de la eternidad.
En el mundo existe una cantidad
enorme de personas que todavía no han tenido este privilegio. Cuyo destino es una
eternidad sin Cristo. Lo que se traduce en una eternidad en el infierno. Por
esta razón, Jesús, antes de partir de esta tierra se reúne con sus discípulos y
les dice: “Vayan y hagan discípulos. Conviértanse en multiplicadores de esta
gracia que han recibido.
No es algo opcional o
circunstancial. Jesús nos dice, de manera taxativa, que debemos predicar el
Evangelio a toda criatura; para que todo aquel crea y sea bautizado sea salvo.
En el mundo hay una necesidad
imperante de Dios. Las personas, de distintas maneras, están buscando formas de
cómo acercase a Él. Es ahí en donde Sus discípulos entran en acción. Para
guiarles al camino correcto de la salvación.
Si nos hemos hecho seguidores de
Cristo, entonces nos hemos hecho también multiplicadores de Él. Llevando a cabo
La Gran Comisión. Y con la promesa de que Su presencia estará con nosotros
todos los días hasta el fin.
Josías Ortiz González
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