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viernes, 17 de agosto de 2012

Jesús dijo: …Vende todo…

Lectura: 19:16-29
“Cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.”

La historia del joven rico es muy particular. Ya que aquello que se creía y veía legal, moral y socialmente correcto no estaba completo. Este hombre se encuentra con Jesús, buscando la aprobación del maestro para autosatisfacer una duda. Pero más que todo para justificar su estado; encontrándose con la cruda respuesta de Jesús.
Había cumplido con todos los mandamientos, pero algo estaba ocupando un lugar incorrecto. Quizás no lo había planeado, y de manera inconsciente daba prioridad a las riquezas. Sin embargo, la realidad era que dio más importancia a sus posesiones que a Dios.
La pregunta que surge es la siguiente: ¿Qué tan parecidos somos a este joven? ¿Si estuviésemos en sus zapatos, estaríamos dispuestos a venderlo todo, darlo a los pobres y seguir a Cristo?
Ante esto muchos pueden argumentar sobre el contexto y el significado. Sin embargo, el tema central de esta historia no es el desprendimiento de este joven de sus posesiones, sino, la suficiencia de Dios.
Al priorizar a Dios, por sobre todas las cosas, logramos  que, como Pablo, tengamos todo lo que no es de Cristo como basura. Cuando importantizamos a Dios, el dinero y las posesiones se convierten en medios para desenvolvernos en esta tierra; y Cristo se torna en nuestra razón de existencia.
Tenemos que tener la capacidad y la disposición de darlo todo y seguir a Cristo. Mirar las posesiones y riquezas como algo pasajero, circunstancial. Enfocarnos en lo eterno, que es Cristo.  Y Él recompensará nuestro sacrificio multiplicado por cien, adjunto de la vida eterna en las moradas celestes.



Josías Ortiz González

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