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martes, 14 de agosto de 2012

Jesús dijo: Déjala…

Juan 12: 1-8
“…Y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.”

Existen pocos relatos en las Escrituras que encierren un acto como el que hizo esta mujer. Es posible que haya esperando en momento apropiado y cuando vio la oportunidad se lanzó.
Este tipo de perfume, basado en lo que Judas Iscariote dice, valía más de trescientos denarios, y con este dinero se hubiesen podido beneficiar varios “pobres”. Lo que determina que era una suma cuantiosa para la época.
Ahora, lo relevante, a mi entender de todo esto, no es lo costoso del perfume. Si no, que esta mujer propuso en su corazón demostrarle a Jesús lo valioso que Él era para ella. Ella entendió que el esfuerzo que hizo para conseguir este perfume, las horas que invirtió para poder comprarlo no se comparan en lo más mínimo con el valor de Cristo en su vida.
Aunque no especifica sus razones, al parecer este dato es irrelevante. Juan se enfoca en el objetivo de María. Hacer notar lo importante que era Jesús para ella.
¿Qué tuvo como resultado esto? En primer lugar la aceptación de Jesús a esta entrega y segundo la evidencia en la sala: Su sacrificio perfumó el lugar. En otras palabras, fue agradable a Dios.
En la actualidad no podemos verter un perfume como María, sin embargo, podemos derramar delante de Él nuestra mejor adoración. Una que salga del corazón,  aquella  perfume el trono de nuestro Dios.
Esto no es algo del otro mundo, es solo una expresión sincera de nuestro corazón hacia Él. Que indique lo que sentimos de manera honesta. No son palabras infladas e insípidas, sino de gratitud por Sus bondades.



Josías Ortiz González

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