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martes, 5 de junio de 2012

Voluntad de Dios Individual: Parte I

Lectura: Mateo 28:16-20
“…id y haced discípulos…”

Una de las interrogantes, que he visto, más frecuentes en las personas que siguen a Cristo, es determinar cuál es la voluntad de Dios para ellos. Ha habido congresos, personas han consultado a profetas, pastores, líderes y maestros; hasta ayunos, para tener tan preciada información.
En función de esta premisa, y para poder desmembrar tan intrincada información, tenemos que partir del principio de la existencia de una voluntad de Dios para el individuo. Y que esta, en cierta forma, representa una labor específica.
Ahora, de la misma manera en que partimos de que existe una voluntad de Dios para el individuo, tenemos que decir que Dios no excede a aquello plasmado en Su Palabra. De manera que lo individual no superponga  lo general. En otras palabras, Dios no se contradecirá con lo escrito en la Biblia.
Hemos sido bombardeados con frases como: “Dios hará cosas grandes contigo”, “Te enviará a las naciones”, “Reclama tu bendición”, “Tienes que poseer tu heredad” o “Dios puso en ti un don especial”, etc. Sin embargo, el común denominador en estos enunciados es que carecen de especificaciones, implican una promoción personal, y sugieren un cambio de estatus, tanto, socio-religioso como económico. Mientras que Jesús ofrece una cruz.
Cuando estos falsos ofrecen estatus, posicionamientos y riquezas. Cristo dice: en el mundo tendréis aflicciones.
A todo esto, para entender la voluntad de Dios en nuestras vidas tenemos que partir de Su Voluntad Expresa. Para entonces adecuarnos y encajar dentro de ella. Y lo que busca esta voluntad es reunir todas las cosas, las que están en el cielo y en la tierra, en Cristo (Efe. 1:9-10).
Para lograrlo, lo primero que  se necesita es sostener un vínculo. Una relación con Dios.



Josías Ortiz González

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