Páginas

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Parábolas: “Hijo Prodigo Parte I”

Lectura: Juan 15: 11-17

“Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!”


La tercera parábola de Lucas 15 es, se pudiera decir, la más conocida y comentada de todas. A razón de que trata el lado humano. Las anteriores se enfocan más en el valor de la vida en función del interés, sin embargo, el hijo prodigo, además de que toca el vínculo filial, hace alusión a lo que quizás ya hemos experimentado. El deseo de independencia. El sentido de autosuficiencia.

Este joven entendió que estaba en capacidad de abrirse campo y, entre otras cosas, gozar la vida. Sin embargo vemos cómo, esta decisión devengó en un proceso  paulatino de ausencia de recursos y de compañía. Pasó de la abundancia a la escasez. Todo por no haber permanecido bajo la dependencia de su padre

Ahora, el marco sobre el cual se fundamenta ésta parábola es el tipo de decisión y el  momento en que se tomó. Él entendió que podía separarse de su padre y que era el tiempo de hacerlo. 

Sin embargo fue una mala decisión. Su mal manejo tuvo repercusiones desastrosas. De estar en una posición de privilegio, llego a igualarse a los cerdos. De tenerlo todo paso a no tener nada.

Ahora, lo que hizo que este joven volviera en sí fue verse en la realidad de que estaba pasando hambre, en contraposición a  la abundancia de pan  que había en la casa de su padre.

Dios respeta nuestra decisión de seguir o no a su lado, somos libres de hacerlo. Sin embargo, hay un mayor beneficio espiritual en  permanecer bajo Su cobertura, dependiendo exclusivamente de Él, que está dispuesto a suplirnos.



Él nos ama




Josías Ortiz González

martes, 25 de septiembre de 2012

Parabolas: “Dracma Perdida”


Lectura: Juan 15: 8-10
“…Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente. ”



La segunda parabola que utiliza Cristo en el capítulo 15 de Lucas, tiene el mismo fin que la de la oveja perdida. Demostrar el valor intríseco que tiene una vida que se arrepiente.

Sin embargo, Jesús utiliza otra imagen; la del dinero. En este caso, la dracma.  Un tipo de medida de moneda utilizada en el tiempo de Cristo. Era una de las denominaciones más pequeñas de la época y lo simplifica en la posesión de 10 dracmas. Que tomando en consideración que para llegar a un talento se necesitaban 100 dracmas. El valor de una, respecto del talento, era insignificante. Pero es ahí donde radica la grandeza de esta parabola. Lo que para muchos puede ser insignificante, es valioso para Dios.

Jesús relata que si una mujer pierde una de estas monedas, aún sea una dracma, enciende una lampara, busca una escoba, y empieza a buscarla con diligencia. Es decir, pone empeño en conseguirla devuelta, porque para ella es importante. Representa valor. Pero más aún, si logra encontrarla, entonces celebra el hallazgo. Dejandonos ver que cuando un alma se reencuentra con Su Creador, representa un gozo tal que tiene que celebrar.

La realidad es que para Dios somos importantes. La Biblia dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”

Dios busca nuestra salvación. Su amor por nosotros va  más allá de lo que podemos imaginar. Tan lejos que decidió entregar a Su Hijo para nuestra salvación. Con el único requisito de creer en Él.


Él nos ama




Josías Ortiz González

lunes, 24 de septiembre de 2012

Parabolas: “La Oveja Perdida”


Lectura: Juan 15: 1-7
“…Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. ”


Gran parte del ministerio de Jesús consistía en enseñar las verdades del Reino de los Cielos. Se auxiliaba de las parábolas, que son narrativas breves que utilizan analogías que dejan una enseñanza. Las utilizaba para simplificar el mensaje, de manera que quien escuchara pudiera entender.

El capítulo 15 del Evangelio de Lucas registra tres parábolas enfocadas al valor de la vida para Dios.  Esto a raíz de los comentarios hechos por los fariseos y escribas de que Jesús se acercaba a los publicanos y pecadores para oirles. Pero ¿Por qué lo hacía? Porque Él vino a rescatar lo que se había perdido.

En esta parabola Jesús los confronta diciendo: “¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?”

Cristo los está enfocando, no desde la perspectiva de la oveja, sino del pastor. Llevandolos a valorar la vida del pecador en función de una inversion hecha.

En otras palabras, les está diciendo que en cada vida humana hay intereses de Dios. Que no quiere perder. Y está dispuesto a dejar solas 99 seguras e ir a rescatar aquella única extraviada. Por lo que el costo que implica perderla, es mayor que ir a buscarla, curar sus heridas y traerla de vuelta al redil.

Para Dios, una vida perdida es incalculable. Representa la invalidez del sacrificio de Jesucristo por la humanidad. Por lo tanto, cada uno de nosotros es valioso para Él. Somos Su tesoro más preciado, tanto que estuvo dispuesto a dar Su vida en la cruz para que nosotros vivamos.
Él nos ama.





Josías Ortiz González

viernes, 21 de septiembre de 2012

Conversando con Jesús: Parte IV


Lectura: Juan 4: 25-42
“¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega..”


Es increible la capacidad transformadora de Cristo. Con una conversación común, sobre una solicitud de agua, una mujer fue impactada; de manera que no se pudo contener y tuvo que compartir aquello que había recibido.

Cristo fue encausando el dialogo de forma tal que entendió que con quien hablaba no era alguien común y corriente. Ella estaba al frente del Mesías prometido.  En este punto de la conversación ya no importaban las diferencias históricas entre judíos y samaritanos. El impacto cultural de un hombre hablando con una mujer de esa manera, tampoco importaba. Todo se resumía a que ella había encontrado una fuente de agua de vida. Había conversado con Jesús.

De esta conversación se pueden extraer muchas enseñanzas, ahora, de esta última parte lo clave es que ella compartió lo que habia recibido. Tan pronto recibió el Evangelio, hizo labor de evangelización.

La pregunta que puede surgir es ¿Por qué lo hizo? porque entendió la gracia que recibió e identificó la necesidad que había en el pueblo.

Para ella el encuentro con Jesús representó el cumplimiento de una profecía. Pero más que todo, quedó sorprendida porque le había revelado su vida. Logró conectar con su corazón. Dándonos a entender la importancia de predicar este evangelio.

Hemos recibido de Dios la salvación. Convirtiendonos en Sus siervos. Proclamadores de Cristo. Por lo tanto, nos toca evangelizar a aquellos que tienen la necesidad.

Ser discipulo de Cristo es ir por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura. Dando a conocer lo que Él hizo en nosotros




Josías Ortiz González

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Conversando con Jesús: Parte III


Lectura: Juan 4: 20-24
“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.”


El encuentro entre Jesús y la samaritana es fuente relevante para ver la manera en que Dios quiere vincularse con nosotros. De una forma abierta y libre. Sin secretos, en torno a la confianza.

Este encuentro toca varios elementos, entre los cuales están: La vida que emana de Cristo y Su capacidad de tener acceso a nuestras vidas. Por lo que Su presencia es vital para la vida eterna; y no podemos ocultarle nada de nosotros.

Ahora, la conversación, en la medida que avanza así profundiza. Tocando fibras sensibles de la vida de la samaritana. Llegando al plano espiritual.

El tercer tópico que trae a colación es el de la adoración. Dada las diferencias históricas y culturales entre Judios y Samaritanos, cada uno se apropiaba e importantizaba aquello que entendía de valor. En este caso, para los samaritanos el monte donde estaban era de gran valía; y aunque bien es cierto que el origen religioso proviene de los judios, ellos entendían que tenían derecho a adorar a Dios desde ese lugar.

A todo esto, el punto más importante, y es el que Jesús resalta, no es el lugar físico donde se adora, sino el corazón del adorador. La capacidad que tengamos de hacerlo en espíritu y en verdad. Esto quiere decir que Dios espera una adoración sincera y que vaya acorde a Su Espíritu.

Por lo tanto, evitemos encasillar a Dios en función de lo que conocemos. Enfoquemos nuestra vida en que nuestros corazones le adoren en espíritu y verdad, porque es necesario que le adoren de esta manera.




Josías Ortiz González

martes, 18 de septiembre de 2012

Conversando con Jesús: Parte II


Lectura: Juan 4: 11-15
“Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta”


Jesús tuvo un encuentro, muy particular. Luego de haber caminado algunos 50 kms, estaba cansado, se detuvo en Sicar, una ciudad de Samaria y decidió descansar en el pozo de Jacob. Allí se encuentra con una mujer y entablan una conversación, acerca del agua, a razón de Jesús haberle pedido un poco para hidratarse.

Las diferencias historicas entre samaritanos y judios afloraron, sin embargo, Cristo guía la conversación hacia lo más importante: La necesidad del alma.

Luego de esto, ella pide que le provea del agua de vida que está ofreciendo Jesús. Él accede, instandole a que llame a su esposo para compartirla con él. Pero ella no tenía, se había casado cinco veces y la relación actual era una union libre.

Esta segunda parte de la conversación nos hace ver que estamos al descubierto delante de Dios. No hay nada que podamos ocultarle. Él sabe todo de nosotros.

Por lo tanto, seamos libros abiertos delante de Él. No tratemos de esconderle nada. A Dios le gusta que seamos honestos. Ella no lo ocultó, fue sincera durante toda la conversación y, por haberlo sido, su alma fue saciada.

Permitámosle que escriba en nuestros corazones Su Palabra; de manera que marquen nuestras vidas, y que cada palabra quede impresa con tinta indelebe, moldeando cada paso que demos. Sin tener nada que ocultarle a nuestro Dios.

Él desea que sostengamos una relación de confianza. En donde no tengamos temor de acercanos a Su presencia y decirle aquello que nos preocupa. El libro de Hebreos dice que nos podemos acercar confiadamente ante trono de la gracia para alcanzar misericordia y encontrar ayuda para el oportuno socorro.




Josías Ortiz González

lunes, 17 de septiembre de 2012

Conversando con Jesús: Parte I



Lectura: Juan 4:5-10
“Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.”

De todos los encuentros personales que tuvo Jesús, la conversación que tuvo con la samaritana es una de las más emblemáticas.

Dos pueblos, que históricamente estaban divididos, se logran vincular en una sencilla interacción cuyo tópico principal era el agua. El elemento de mayor proporción e importancia en la naturaleza. Indispensable para el sostenimiento de la vida.

En este encuentro se pasa de, la necesidad física de Cristo, a la espiritual de ella. Desembocando en la influencia de toda una ciudad. Teniendo como eje la comparación del agua, como elemento natural, al agua viva como vital para el espíritu.

Y esta agua viva viene como un don de Dios, es decir un regalo de Él para la humanidad, disponible para saciar cada necesidad del alma. Sin embargo, está sujeto a la solicitud de quien la necesite.

Cristo vino al mundo para brindar a todo aquel que lo requiera, el agua de vida. No podemos esperar a que nos la den. Tenemos que pedirla. 

Esta conversación es muy interesante porque, hasta este punto, la samaritana no está al tanto de la connotación de lo que se está hablando. Dios mismo, el dador de esta agua,  le está diciendo: “Pídeme que yo te daré”. En otras palabras, no existen condiciones  para que adquirirla, es solo cuestión de solicitarla.
Jesús está disponible para todos. Pero más aún está en frente nuestro diciéndonos: “Pídeme”.


¿Qué responderemos?



Josías Ortiz González

jueves, 13 de septiembre de 2012

TESORO





Lectura: Salmos 119:1-9
“¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.”



Es conocido que en los océanos del mundo hay miles de naufragios. Muchos de ellos, de embarcaciones que cargaban grandes tesoros. Cofres llenos de artículos valiosos como joyas, piezas de oro, monedas, etc. y en la actualidad hay personas que rastrean la historia para encontrar las embarcaciones que contienen el tan preciado botín.

Ahora, lo que hace importante al tesoro, además de lo tangible del mismo, es el trasfondo histórico, de quién eran, cómo se acumularon, etc. En la generalidad de los casos estos se guardaban en cofres sellados con candados, y solo algunas personas tenían la llave. Para ser transportados y llevados a un lugar más seguro. De manera que cuando se necesitara solo tuvieran que abrirlo.

De igual manera, nosotros tenemos un tesoro, que no está perdido en el mar, y es accesible a todo aquel que esté interesado. La palabra de Dios.

En el cual hay inmensidad de riquezas para nuestro crecimiento. Está escrita con la intención de guiarnos por el camino de la verdad, cuyo fin es Dios. Su valor es incalculable; pero mejor aún, es inagotable. De él fluye la voz del Creador de todas las cosas. Cuya intención es reunir todas las cosas en Él.

Guardar la Palabra de Dios es prestar atención a sus directrices. Hacerla parte de la vida de forma tal que se convierta en norte de nuestras vidas. Y aquel que logre guardarla, como gran tesoro, se verá en un camino limpio, es decir, una vida libre de las impurezas del pecado.

Su Palabra es la fuente de vida eterna, y como tesoro preciado, debemos guardarla en nuestros corazones. Es el gran Tesoro, dado a la humanidad por Dios.




Josías Ortiz González