Lectura: Éxodo 20: 1-14
“No cometerás adulterio.”
Los Mandamientos son un sistema
de relación interpersonal y divina. Nos muestran el carácter de Dios, y nos
ayudan a sostener relaciones adecuadas con nuestros semejantes, sobre la base
del valor del ser. Es decir, todo gira en torno al reconocimiento de que existe
un Dios creador, merecedor de toda la adoración; y un conjunto de seres humanos
que Él formó para que convivan de manera
armoniosa.
En el sexto mandamiento, se hace
alusión al adulterio. De manera simple se puede definir como el acto sexual
fuera del matrimonio. Pero esta definición solo se limita a la acción, sin
tomar en cuenta las repercusiones emocionales y espirituales del mismo.
Cuando se adultera se rompe el
concepto de unión única establecida por Dios. El lazo de intimidad que se crea
en la pareja es disminuido a su máxima expresión. Dejando a un lado el amor y
el compromiso asumido por la pareja. A razón un placer momentáneo y egoísta.
Que busca suplantar aquella persona con quien se unió.
Pero si ampliamos el rango y lo
llevamos al plano de la relación con Dios. Cada vez que postergamos, y
sustituimos nuestra relación con Dios a razón de cualquier otra cosa, también
adulteramos. Cuando priorizamos lo secundario por encima de nuestro afecto y
conexión con Dios, adulteramos.
El adulterio viene a razón de la
falta de compromiso en la relación. Cuando no se valora aquello que se tiene,
por el placer pasajero del momento.
Dios nos dice: No cometan
adulterio. Es deshonesto, impuro, y se rompe lo más importante: el vínculo
íntimo establecido por Dios.
Josías Ortiz González
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