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martes, 11 de septiembre de 2012

Mandamientos: No codiciarás



Lectura: Éxodo 20: 1-17
“No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.”


El decálogo de ordenanzas dadas por Dios a los hombres culmina con uno de los elementos más comunes en la humanidad, la codicia. Esta se define como el afán por poseer cosas. En otras palabras, es el deseo desmedido por adquirir cosas, y entre ellas, aquellas que les pertenecen a otras personas. 

No debe confundirse con las aspiraciones. Codiciar y aspirar son cosas totalmente distintas. Cuando se aspira se busca avanzar, cambiar de estatus; mientras que cuando se codicia se busca poseer.

Ahora, lo relevante de esto es que este mandamiento tiene un trasfondo más complejo, porque la codicia implica insatisfacción personal. Buscando suplir la necesidad del alma con posesiones pasajeras. Es decir, Dios nos invita a darle valor a lo que tenemos. Pero más que todo, no está diciendo que nada tangible puede satisfacer el alma. Solo Él puede suplir hacerlo.

De manera más profunda, el décimo mandamiento nos está diciendo: Dios es suficiente. 

Más allá de las metas alcanzadas; de las posesiones adquiridas. Él es capaz de completar el espacio de nuestra alma que necesita ser lleno. Las personas se preocupan y afanan por obtener cosas que son pasajeras y limitadas. Dios nos ofrece lo eterno e ilimitado.

Solo Su mirada puede cambiar nuestro destino. Por lo tanto no codiciemos. Veamos lo que Dios ha hecho por nosotros. Enfoquémonos en buscarlo de manera que pueda suplir nuestra necesidad. El resto es solo añadidura que Él mismo nos dará.




Josías Ortiz González

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