Lectura: Éxodo 20: 2-3
“Yo soy Jehová tu Dios, que te
saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos
delante de mí.”
El libro de Éxodo, se pudiera
decir que, resume la personalidad de Dios. Él decide darle a Moisés los Mandamientos. Un
decálogo que muestra Su manera de pensar. E inicia diciendo “Yo soy Jehová”.
Este primer enunciado nos muestra
la realidad de Dios. El verbo “Soy”, en el original, carece de tiempos. Es un
estado de eternidad y perpetuidad continua. Dios nos está diciendo que es único
e inigualable. Por lo tanto, nada puede ser por encima de Él. Nada puede ocupar
Su lugar.
Por lo que si decidimos iniciar
un vínculo con Dios, tenemos que partir de que Él está sobre todas las cosas.
No está sujeto a nada, todo está sujeto a Él. Su soberanía excede los límites
de nuestro entendimiento. Él es Jehová, Dios. Por lo tanto, nosotros nos
debemos por entero a Él. Somos Suyos. Pero más que todo, somos obra de Sus
manos. Fuimos formados por Él, y por Su Voluntad estamos aquí. Es por esta
razón que pide exclusividad, al decir, no “No tendrás dioses ajenos delante de
Mí”.
Ahora, ¿Qué es un dios ajeno?
Todo aquello que ocupe el lugar de Dios.
Él tiene que ser el primero en
nuestras vidas. Lo que significa que antes de cualquier cosa está Dios. Antes
de familia, esposa, hijos, trabajo, profesión, etc. Él tiene que ser primero.
Todo lo que decidamos hacer tiene que pasar por el filtro de Su voluntad. Y
debe ser encausado a la glorificación de Su nombre.
Démosle el primer lugar a Dios,
reconociendo Su grandeza, y posicionándolo en el pináculo de nuestras vidas.
Él es Dios.
Josías Ortiz González
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