“Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió
entre los discípulos…”
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De esta historia se han extraído
varias enseñanzas. Muchas de ellas enfocadas al milagro de la multiplicación de
los panes y los peces. Ahora, existe un elemento interesante, y es que Jesús no
es quien da el pan a la multitud; sino, los discípulos.
Cristo pone en sus manos la
responsabilidad de administrar, de manera equitativa y correcta, el milagro.
Dando a entender dos cosas importantes, primero: Los milagros no parten de
nosotros, sino de Dios, y segundo: Estamos para servirle a Dios.
La connotación de este segundo
elemento es que solo somos canalizadores de lo que Dios hace en este mundo. No
somos los hacedores. En otras palabras, no somos los generadores de los
milagros, sino que viabilizamos las maravillas de Cristo. En función la
necesidad y la fe de las personas.
Nuestro servicio a Dios es la
evidencia tangible ante la sociedad de las maravillas que Él sabe hace. Por lo
que es determinante tener una actitud de servicio constante. Esto no es más que
estar en la disposición de facilitarle las cosas a nuestro prójimo. Y que a
través de esto la estampa de Cristo quede en ellos.
Sirvamos
Josías Ortiz González
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