“Y el segundo es semejante:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.”
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En este enunciado hay que partir
de un principio importante. El amor hacia el prójimo es una consecuencia del
amor propio. Cristo nos está invitando a que primero nos amemos y luego amemos
al prójimo. Pero al mismo tiempo nos hace ver la importancia del prójimo. En
otras palabras, Jesús nos está igualando en amor.
Todos somos iguales, nadie es
superior a nadie; y al mismo tiempo, todos somos valiosos e importantes.
Nuestro cuidado personal debe ser un reflejo del cuidado a los demás.
¿Qué significa esto? Que cada uno
de nosotros debe procurar el bienestar del otro. Velando por la seguridad e
integridad de los demás, como si fuera la propia. En otras palabras, tenemos
que hacer cosas que convengan a los demás. Tender la mano amiga y estar
disponible para asistir en cualquier necesidad.
Ahora, ¿qué es lo más valioso en
la vida? La respuesta: Conocer a Cristo.
Aceptarle como Salvador. Más allá de
ofrecer seguridad e integridad a los demás, debemos procurar que sus vidas
estén seguras con Cristo en Dios. Velar porque todos lleguen al
arrepentimiento. Esta es la mejor muestra de amor que podamos brindar. Reunir a
todos nuestros semejantes en Cristo.
Amemos a nuestro prójimo, brindémosle
a Cristo.
Josías Ortiz González
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