Lectura: Éxodo 20: 1-7
“No tomarás el nombre de Jehová
tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en
vano.
El propósito de los mandamientos
es direccionar. En ellos se describe el carácter y la persona de Dios. Estos ayudan
a entender los términos relacionales entre Jehová y la humanidad. De manera que
se convierten en la guía, por excelencia, para conocer a Dios.
El tercer mandamiento habla
acerca de Su santidad. Dios, y todo lo que tiene que ver con Él es santo. Esto
significa que es puro, limpio e intachable. No es algo con lo cual se relaje o
juegue. Y en este mandamiento es bien claro al decir que Su nombre no es algo
que se pueda tomar a la ligera.
De hecho Su nombre, aún hoy es un
misterio. Ya que el término Jehová es una interpretación del sonido que devenga
el Tetragrámaton, que son el conjunto de consonantes que forman el
nombre de Jehová. Y la razón de esto era que al ser Su nombre sagrado ellos no
lo pronunciaban, evitando cometer algún error, o utilizarlo fuera de contexto.
Ahora, no me interesa enfocar la
manera en cómo no tomarlo en vano, sino cómo tomarlo que valga. Y la manera,
entiendo más idónea, es llevando a cabo Su voluntad; que es la expansión del reino
de los cielos, a través de la predicación de Su Palabra.
2da de Pedro 3:9 dice:
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que
es paciente para con nosotros, no
queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.”
Su voluntad es que Su nombre sea utilizado
como viaducto de salvación para todo aquel que cree.
Josías Ortiz González
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