“…Al Señor tu Dios adorarás, y a
él sólo servirás.”
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Jesús durante todo el proceso se
sustentó en la Palabra. Específicamente en el Libro de Deuteronomio. El tratado
final de uno de los hombres que estuvo más cerca de Dios, que al final de sus
días, inspirado por Dios, da sus últimas directrices. Y una de ellas es que
tenemos que reconocer a Dios como el único que merece la adoración y servicio.
Satanás le ofrece a Jesús todos
los reinos de la tierra a cambio de una adoración. Pero Jesús le responde que
único objeto de adoración y servicio tiene que ser Dios. Nadie más la merece,
ni encaja en el perfil de Dios para recibirla.
Al llevarlo al nivel personal,
surge el siguiente cuestionamiento: ¿Por cuál reino hemos intercambiado la
adoración a Dios? ¿Qué cosas han sustituido la preeminencia de Dios sobre
nuestra adoración y servicio?
La respuesta debería ser: Nada. Pero
es probable que no todos respondan así.
En caso de que hayamos intercambiado,
es tiempo de enmendarlo, relegando esa cosa que ha tomado Su puesto, y
reinstauremos el espacio dedicado a Dios. Él nos demanda completa adoración y
servicio. Esto quiere decir que nos debemos totalmente a Dios. Es el primero
sobre todas las cosas y todo le pertenece a Él.
Démosle lo primero a Dios.
Establezcamos Su presencia en nuestras vidas de manera que todo inicie y
culmine con Él. Que nada ni nadie tome Su lugar. Él es el único merecer de
nuestra adoración.
Josías Ortiz González
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