“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de
cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.”

Sin embargo, no logran establecer
un vínculo significativo. Las razones para que esto suceda son varias. Pero,
existe un axioma que impera y se superpone en este proceso, que se puede
identificar en la conversación entre Nicodemo y Jesús: Él fue a buscar algo y
recibió una respuesta.
Más allá de la posible curiosidad
que generaba encontrarse con una celebridad como Jesús; Nicodemo buscaba una
respuesta. Estaba en necesidad de escuchar la voz de Cristo.
Una respuesta que satisface el
alma, y colma la sed del corazón. Una respuesta que solo existía en su
subconsciente pero que anhelaba ser suplida.
En este encuentro nocturno con
Jesús, Nicodemo, encontró lo que su alma estaba buscando. Él necesitaba
entender cómo este hombre, hijo del carpintero José y de la joven María, era el
Salvador del mundo.
Y Su respuesta fue al alma de
este hombre sabido e identificó que la necesidad primaria no era entender Su
naturaleza, sino, buscar la manera de cambiar para agradar a Dios. No siempre
Jesús nos va a responder aquello que
entendemos que es lo más importante. Él descifrará la necesidad de nuestra
alma, dándonos la respuesta que necesitamos.
Ahora, ¿Dónde se encuentra esta
respuesta? En Su Palabra. Él ha puesto a nuestra disposición Su propia voz en
letras para que le consultemos y encontremos lo que nuestra alma necesita.
Josías Ortiz González
No hay comentarios:
Publicar un comentario