“…no os afanéis por el día de
mañana, porque el día de mañana traerá su afán…”
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¿De dónde surge el afán? ¿Por qué
nos afanamos?
Hay múltiples respuestas para
estas preguntas, siendo el factor común, que el afán viene a razón de la
resolución de una o varias cosas a la vez; en función de la incertidumbre del
futuro.
Cristo, hablando a Sus seguidores,
invita a dejar el afán. Pero, tomando en consideración la agenda de Jesús,
quizás, es un poco cuesta arriba de parte de Él decir esto. Sin embargo aún Él,
teniendo la agenda tan apretada, no estaba afanado ¿Por qué? porque Jesús está
consciente de que Dios es el sustento de
la vida, por lo tanto, el futuro está asegurado.
Hace un paralelismo respecto de la
forma en cómo se maneja la naturaleza; ejemplificando que ni las aves ni los
lirios se preocupan. Todo les es suplido por Dios. Y si esto es así ¿Cuánto más
nosotros, en nuestra condición de entes superiores en la naturaleza, no
habremos de ser sustentados en igual o mayor manera?
Dando pie a que lo más importante
para todo ser humano, es buscar el reino de Dios y Su justicia. En otras
palabras, todo aquello que se enmarque fuera de ésta búsqueda es secundario. Pero no se queda aquí. Si
superponemos a Dios sobre todo lo demás, lo que nos preocupa se torna en
añadidura. Y en este contexto significa que es un extra. Dando por sentado que
Dios lo va a suplir.
Por lo tanto, el afán es una
consecuencia de no haber priorizado a Dios. Por lo que en la medida en que demos
el primer lugar a Él; así mismo, nuestro afán y preocupación cesarán.
Al priorizarlo descansamos.
Josías Ortiz González
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