“…sentado a los pies de Jesús,
vestido y en su cabal juicio…”
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Uno de esos encuentros fue con el
endemoniado de Gadara. Una pequeña ciudad ubicada al norte de Jerusalén. Este
hombre que, según los evangelios, su vida había sido objeto de manipulación de
demonios. Que llegaron a desestabilizar su conducta, llevándole a andar desnudo
y a carecer de hogar viviendo en los sepulcros.
Alguien que, muy probablemente, fue desahuciado por su entorno. Quizás también por su familia. Sin un techo donde resguardarse y viviendo entre tumbas. Un exiliado social.
Alguien que, muy probablemente, fue desahuciado por su entorno. Quizás también por su familia. Sin un techo donde resguardarse y viviendo entre tumbas. Un exiliado social.
Pero la historia cambió. Jesús entra en escena y
hace la diferencia.
Toda una vida, llena de dolor, amargura y soledad. Había pasado a la historia. El amor de Cristo hizo nueva la vida de un hombre sin esperanza. Jesús solo tuvo que dar la orden para que este hombre recuperara dos cosas esenciales en su vida. En primer lugar su dignidad, cuando fue vestido; y segundo cuando logró tener control de sí. Recuperó el juicio.
Cristo quiere restaurarnos de todo aquello que nos oprime. Dispuesto a liberarnos de todo aquello que nos atormenta. Darnos la oportunidad de recuperar la dignidad que se había perdido y proveernos de una nueva oportunidad para recuperar el control de nuestras vidas.
A través de Él, podemos
desvincularlos del pasado que nos persigue. Cambiar el rumbo de nuestro
destino, e iniciar una nueva vida en Cristo.
Para que podamos contar a otros
que una vez nuestra vida era de tal manera pero, al tener un encuentro con
Jesús, la historia cambió
Josías Ortiz González
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