“…recibiréis poder, cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo...”
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Hablar de poder, entre los seres
humanos, no necesariamente representa algo bueno. Él da pie al sentimiento de
superioridad. La historia es testigo de casos atroces a la humanidad por
personas que han manejado el poder; provocando daños irreparables. De los
cuales aún hoy se cuenta de tales desgracias.
El poder del que se habla en el
libro de Hechos es distinto. Con él se genera cambio. Se evidencia la presencia
de Dios. Teniendo como objetivo capacitar a quien lo posee, para ser testigo.
Un testigo es quien presencia un
evento, y valida la veracidad de este. En otras palabras, el poder que
recibimos del Espíritu Santo es para hacer tangible y dar fe del cambio que
hemos hecho en Cristo Jesús.
Ahora, esto no se limita a solo
ser testigos, sino a esparcir el testimonio de Cristo. Por esta razón Hechos 1
dice que serían testigos en Jerusalén, toda Judea, Samaria y hasta lo último de
la tierra.
El poder impartido por el
Espíritu Santo, no es para ostentación, ni para oprimir. Es para edificar a
través de dar a conocer el cambio que Jesús ha hecho en nosotros. Como testigos
tenemos la responsabilidad de decir la verdad, toda la verdad y nada más que la
verdad. Y ¿Cuál es esta verdad? Que Cristo vino a la tierra, entregó Su vida
por la humanidad, para que todo aquel que en Él crea, no se pierda, mas tenga
vida eterna.
Somos evidencia… somos testigos.
Josías Ortiz González
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