“…Él os enseñará todas las cosas,
y os recordará todo lo que yo os he dicho.”
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Se han planteado diferentes
doctrinas, y aún dentro de una misma doctrina, varias vertientes. Todo entorno
a determinar si el Espíritu Santo es o no una persona, y si lo es, entonces, validar
Su divinidad.
Dado la naturaleza de estas reflexiones,
no vamos a profundizar en demostrar la veracidad de Su persona. Sin embargo, tomando
en consideración las múltiples referencias bíblicas, se puede admitir Su
personalidad. Pero más que todo, se puede entender Su razón de ser. El Espíritu
Santo viene a dar continuidad a la obra de Cristo en la tierra. Siendo soporte
y guía de aquellos que siguen a Cristo.
Una característica dentro de Su
misión, como soporte, es la de enseñar y hacernos recodar lo que Jesús dijo. Para
esto tenemos que cultivar nuestra relación con Él. Y esto se logra dedicando
tiempo a la oración.
El Espíritu Santo es la tercera
persona de la trinidad. Está disponible para que accedamos a Él, sin
restricciones, de manera que podamos
entender la Palabra de Dios. Él es nuestro intérprete y nos ayuda a entender
aquellas cosas que escapan a nuestro conocimiento. Sin Su intervención, el
efecto de Su Palabra es nulo.
Sobre Sus hombros descansa la
responsabilidad de la transmisión de las verdades bíblicas. Nosotros solo somos
instrumentos. Solo Él tiene la capacidad de convencer de pecado a aquel que se
acerca. Y a través de Él logramos un vínculo más estrecho con Dios.
No es casualidad que haya venido
después de Cristo. Acerquémonos a Él y encontraremos respuestas.
Josías Ortiz González
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