“…También herederos; herederos de
Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que
juntamente con él seamos glorificados.”
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Sin embargo ser seguidor de
Cristo tiene consecuencias. Pasamos de ser ajenos a Dios a convertirnos en
herederos de Dios. Nuestro estatus cambia. Ya no somos parte del montón, pasamos
a tener un vínculo de dos maneras: legal y filial. En otras palabras, ser
heredero de Dios y coheredero con Cristo nos hace tener derechos. Nos hace asumir la responsabilidad
de la familia.
La pregunta que puede surgir es ¿En
qué consiste la herencia? Tiene dos
vertientes. La primera, relacionada a lo que Jesús prometió. Que Él mismo está
preparando moradas celestes para todos aquellos que perseveren hasta el fin. Y
la segunda, la responsabilidad de ser hijo de Dios.
Ser hijo implica seguir los pasos
de Jesús; y estos nos guían a cambiar el
mundo con el poder del Evangelio. Nos direccionan a aquellos que están
separados de Dios, para restablecer el vínculo que les unía a nuestro Creador.
Ser heredero sugiere que estemos
dispuestos a padecer juntamente con Cristo; al punto de aún entregar nuestras
vidas por causa del Evangelio. Pero también nos trae la esperanza de que, un
día, seamos glorificados. Teniendo como aval la promesa de una herencia
guardada en los cielos para todo aquel que crea en Él.
Josías Ortiz González
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