Lectura: Salmos 119:1-9
“¿Con
qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.”
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Ahora,
lo que hace importante al tesoro, además de lo tangible del mismo, es el
trasfondo histórico, de quién eran, cómo se acumularon, etc. En la generalidad
de los casos estos se guardaban en cofres sellados con candados, y solo algunas
personas tenían la llave. Para ser transportados y llevados a un lugar más
seguro. De manera que cuando se necesitara solo tuvieran que abrirlo.
De
igual manera, nosotros tenemos un tesoro, que no está perdido en el mar, y es accesible
a todo aquel que esté interesado. La palabra de Dios.
En el
cual hay inmensidad de riquezas para nuestro crecimiento. Está escrita con la intención
de guiarnos por el camino de la verdad, cuyo fin es Dios. Su valor es
incalculable; pero mejor aún, es inagotable. De él fluye la voz del Creador de
todas las cosas. Cuya intención es reunir todas las cosas en Él.
Guardar
la Palabra de Dios es prestar atención a sus directrices. Hacerla parte de la
vida de forma tal que se convierta en norte de nuestras vidas. Y aquel que
logre guardarla, como gran tesoro, se verá en un camino limpio, es decir, una
vida libre de las impurezas del pecado.
Su
Palabra es la fuente de vida eterna, y como tesoro preciado, debemos guardarla
en nuestros corazones. Es el gran Tesoro, dado a la humanidad por Dios.
Josías Ortiz González
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