Lectura: Éxodo 20: 1-17
“No codiciarás la casa de tu
prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni
su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.”
No debe confundirse con las
aspiraciones. Codiciar y aspirar son cosas totalmente distintas. Cuando se
aspira se busca avanzar, cambiar de estatus; mientras que cuando se codicia se
busca poseer.
Ahora, lo relevante de esto es que este
mandamiento tiene un trasfondo más complejo, porque la codicia implica insatisfacción
personal. Buscando suplir la necesidad del alma con posesiones pasajeras. Es
decir, Dios nos invita a darle valor a lo que tenemos. Pero más que todo, no
está diciendo que nada tangible puede satisfacer el alma. Solo Él puede suplir hacerlo.
De manera más profunda, el décimo
mandamiento nos está diciendo: Dios es suficiente.
Más allá de las metas alcanzadas; de las
posesiones adquiridas. Él es capaz de completar el espacio de nuestra alma que
necesita ser lleno. Las personas se preocupan y afanan por obtener cosas que
son pasajeras y limitadas. Dios nos ofrece lo eterno e ilimitado.
Solo Su mirada puede cambiar nuestro
destino. Por lo tanto no codiciemos. Veamos lo que Dios ha hecho por nosotros.
Enfoquémonos en buscarlo de manera que pueda suplir nuestra necesidad. El resto
es solo añadidura que Él mismo nos dará.
Josías Ortiz González
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