Lectura: Juan 4: 20-24
“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es
necesario que adoren.”
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Este encuentro
toca varios elementos, entre los cuales están: La vida que emana de Cristo y Su
capacidad de tener acceso a nuestras vidas. Por lo que Su presencia es vital
para la vida eterna; y no podemos ocultarle nada de nosotros.
Ahora, la
conversación, en la medida que avanza así profundiza. Tocando fibras sensibles
de la vida de la samaritana. Llegando al plano espiritual.
El tercer tópico
que trae a colación es el de la adoración. Dada las diferencias históricas y
culturales entre Judios y Samaritanos, cada uno se apropiaba e importantizaba
aquello que entendía de valor. En este caso, para los samaritanos el monte
donde estaban era de gran valía; y aunque bien es cierto que el origen religioso
proviene de los judios, ellos entendían que tenían derecho a adorar a Dios
desde ese lugar.
A todo esto, el
punto más importante, y es el que Jesús resalta, no es el lugar físico donde se
adora, sino el corazón del adorador. La capacidad que tengamos de hacerlo en
espíritu y en verdad. Esto quiere decir que Dios espera una adoración sincera y
que vaya acorde a Su Espíritu.
Por lo tanto,
evitemos encasillar a Dios en función de lo que conocemos. Enfoquemos nuestra
vida en que nuestros corazones le adoren en espíritu y verdad, porque es
necesario que le adoren de esta manera.
Josías
Ortiz González
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