“… de tal manera amó Dios al
mundo…”

Hombres y mujeres de la categoría
de Homero, en “La Ilíada”; William Shakespeare, en “Romeo y Julieta”; Jane
Austen, en “Orgullo y Prejuicio”; entre otros. Cada una de estas personas
encontró su musa en el amor. De igual manera, otros sentimientos han sido
piezas inspirativas para autores que han marcado la historia. Pero ninguno con
tanta influencia como el amor.
Esto porque todos, de alguna
manera u otra, deseamos ser amados. Necesitamos sentirnos apreciados y
queridos. Abraham Maslow, en su teoría de las necesidades; sugiere que el ser humano
busca suplir de forma escalonada cada una de estas. Plantea que cada persona
buscará satisfacer la necesidad afectiva. Es intrínseco en cada persona
sentirse amado(a).
A todo esto, existen distintas
clases de amor. Sin embargo, hay un amor distinto a los demás y viene de Dios.
Él ama de manera perfecta. Nada
le falta o sobra. Está ajustado a la medida necesaria de cada persona. No está
sujeto a la condicionalidad. Es único, puro, sin límites e inagotable.
Dios lo hace así por Su
naturaleza; “biológicamente” está compelido a amar. No puede dejar de hacerlo.
Él es amor. Y la evidencia de esto es que dio a Su Hijo, por amor, para que
nosotros vivamos.
Decidió entregarse a Sí mismo por
nosotros. Todo por amor. No existe nada en el mundo que pueda cambiar esto. Él
nos ama.
La Biblia dice: En esto consiste el amor: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros.
Él nos ama. Independientemente de
cualquier cosa. Él nos ama.
Josías Ortiz González
No hay comentarios:
Publicar un comentario