Lectura: Salmo 63
“Dios, Dios mío eres tú...”
En el Salmo 63 David nos lleva a un clamor. Un
grito desesperado por el deseo que tiene de Dios; haciendo alusión a la
necesidad de ingerir agua en un lugar donde no existe la más remota posibilidad
de encontrarla, en tierra seca y árida. Dejándonos ver que su necesidad de
conexión divina es cuestión de vida o muerte. Su alma tiene sed de sentir la
presencia de Dios.
Esto por tres razones: Primero, porque estar
cerca de Dios representa ver Su gloria. Admirar la grandeza del Creador de los
cielos y de la tierra (v2). Segundo, porque Su misericordia es mejor que la
vida (v3) dando pie a que de sus labios
salgan alabanzas a Él. Y tercero porque Dios ha sido su socorro (v7); es decir,
ha visto la mano de Dios en los momentos de dificultad.
De manera que Dios no es algo opcional para él,
todo lo contrario, Él representa el elixir de su vida en tres formas, viendo Su
gloria, recibiendo Su misericordia y siendo alcanzado por Su socorro. Él es el
centro que marca su existencia. Por lo tanto, el solo hecho de pensar estar
lejos de Él le hace sentir como en un desierto sin agua.
Dios es la vida misma, y nosotros dependemos de
Él, por lo tanto, nuestra búsqueda de Su presencia debe ser en función de que
sin Él estamos perdidos; carecemos de sentido, y nuestras vidas dejan de ser.
David nos invita a conectarnos a Dios, porque a través de ella
lograremos ver Su gloria; porque Su misericordia es mejor que la vida y
porque ha sido nuestro socorro en los momentos de tribulación.
Josías Ortiz González
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